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El publicista no tiene quién le escriba


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La resistencia al cambio nos puede aislar y alejar de la realidad


El redactor publicitario se podrá quedar visitando su buzón de mensajes por el resto de su vida esperando que llegue su pensión, que jamás llegará. La realidad laboral desalentadora de la industria de la comunicación no ofrece ningún futuro a aquellos que han dedicado su tiempo y su salud a ser los empleados leales y entregados que por años hicieron crecer a sus empresas. En la revolución industrial del mundo digital, las grandes marcas de comunicación sufren para pagar la nómina mientras las pequeñas se canibalizan unas a otras. Y ya todos buscan culpables, unos quieren ponerle nombre propio a los malos vicios audiovisuales. Otros mencionan la corrupción, la lentitud y hasta la falta de talento como excusas.

"... Señalar los huecos en la proa del barco es una forma de ayudar. Uno de los huecos es el grupo de empleados que no quiere innovación. Los que le tienen miedo al cambio..."

Pero haciendo un esfuerzo por ser exactos con la realidad, es bueno decir que la industria audiovisual actual sufre más por consecuencia de su incapacidad para llevar el ritmo de los cambios tecnológicos. Tanta es la violencia con la que la velocidad tecnológica golpea el barco financiero audiovisual, que saca a flote todas las deficiencias de una industria llena de huecos en la proa.


Por respeto a las compañías que nos dieron la oportunidad de comenzar y que hoy se ahogan, lo mejor es poner un granito de arena para que la industria encuentre su camino de estabilidad. Señalar los huecos en la proa del barco es una forma de ayudar. Uno de los huecos en las empresas grandes y chicas es el grupo de empleados que no quiere innovación. Los que le tienen miedo al cambio.


"... Los miedosos que solo hacen esfuerzos para mantener alejados de la empresa a los Millennials que pueden traer la innovación: “... Son flojos y no se sacrifican...” dicen algunos de ellos mientras le buscan el huequito del DVD al nuevo MacBook Pro..."


Todos vemos hoy a las grandes empresas de comunicación sufriendo para identificar y deshacerse de los miedosos que no quieren entender qué es HTML o que es un REPOST. Los miedosos que solo hacen esfuerzos para mantener alejados de su empresa a los Millenials que pueden traer la innovación: “... Son flojos y no se sacrifican...” dicen algunos de ellos mientras le buscan el huequito del DVD al nuevo MacBook Pro. Son el tipo de empleado que solo tienen como reto llegar como sea a la jubilación antes de ser reemplazado.

Al empleado miedoso no le importa que esté siendo el motor que más empuja a su empresa hacia la decadencia. No le importa su empresa, ni sus compañeros, ni el futuro de nadie. Son personas que solo buscan defender su statu quo: hacer lo mismo, con los mismos y si es posible en la misma oficina dando las mismas órdenes. Han llevado empresas a la ruina y pisoteado el futuro de los empleados que dependen de sus decisiones, esos otros empleados que decidieron creer en sus empresas y en las decisiones que en ellas se toman. Que siguieron cargando los cables con ánimo y energía pensando que tenían segura la pensión, pero que ahora ven como aquellos que no tomaron el camino de la innovación por miedo a quedarse sin puesto, les firman las cartas de despido.


"... ¿Somos el dueño del taxi que manda a quemar carros de Uber o somos el conductor de Uber que se arriesga cada noche porque cree en que hay que adaptarse a la innovación tecnológica?..."


Los empleados que no quieren cambiar y que toman decisiones para mantener su empresa en el modelo de negocio viejo también están pisoteando el futuro de quienes los contrataron para que hicieran lo mejor para la empresa. Es bueno que todos nos preguntemos quiénes somos en la industria audiovisual: ¿Somos el dueño del taxi que manda a quemar carros de Uber o somos el conductor de Uber que se arriesga cada noche porque cree en que hay que adaptarse a la innovación tecnológica?

En esta industria de comunicación, todos conocemos al menos a un empleado de una agencia de publicidad o de un medio de comunicación o de una casa de producción de comerciales que le dedicó 30 años a su empresa y en esta revolución digital fue despedido. Y lastimosamente él solo sabe conectar esos cables. No otros. Solo esos cables de esa oficina del segundo piso. Porque además ya nadie usa cables, ni conecta nada. Todo es wireless.

Este tipo creyó en su empresa más que en Dios. Ni siquiera sentía necesidad de rezar. La confianza en que su futuro estaba asegurado por tener un contrato a término indefinido lo llevó a perder la práctica en aprender, en renovarse, en adaptarse. Se hizo ineficiente y lento sin darse cuenta. Pero eso no le importaba, él confiaba en su empresa, una de las grandes compañías del país que sabe lo que hace y que no lo dejaría sin trabajo en su vejez. Si la velocidad de los cambios tecnológicos no hubiera sido la que es hoy, no habría tenido problema alguno. Pero la gente de Google y Amazon no tiene en su lista de prioridades la pensión de nadie. De hecho ni la de sus propios empleados, porque cada día hacen lo posible para que sus empleados en 5 años sean máquinas.


"... Lo que llamaban la zona de confort del empleado en el pasado se acabó. Hoy por hoy ser empleado es tan inestable, tan mal pago y tan incierto hacia el futuro, como ser independiente..."


Ya hoy los millennials de la comunicación comercial no tragan entero y no se sacrifican ni se matan por nadie más que por ellos mismos. Se ríen de los empleos a largo plazo y solo quieren durar un par de años para irse a estudiar inglés en Londres. Por eso les dicen flojos, porque no aguantan mucho tiempo en una empresa y se van. Parece ser que la razón que tienen para no durar en las empresas no es flojera o debilidad, es más bien falta de fe en un modelo que se hunde y que solo ofrece una vida de mucho sacrificio que al final paga mal. Con ese panorama, quedarse y creer en una empresa como proyecto de vida parece un error tan grande como el del tipo de los cables. Ven a las generaciones anteriores que tienen hoy 50 años trabajando desde las 3 de la madrugada hasta las 11 de la noche, llenando las planillas de comida y cargando los cables de empresas que no les ofrecen ningún futuro de pensión ni de vejez. Ya no creen que la tal vida de empleado tenga nada de confort. Lo que llamaban la zona de confort del empleado en el pasado se acabó. Hoy por hoy ser empleado es tan inestable, tan mal pago y tan incierto hacia el futuro, como ser independiente.


Redacción Tienda Bandera /// Foto Bandera Online /// Cod: 12.17

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